Uno de mis mayores sueños desde niño fue volar en globo, aunque sabía que era muy difícil de cumplir. Principalmente porque es una actividad que se realiza en pocos lugares del mundo, principalmente en Europa y Asia. Pero en ocasiones la vida te da oportunidades únicas que hay que aprovechar. Gracias a un amigo, me enteré que era posible volar en globo sobre el desierto de Atacama. Sí, el más árido de la Tierra. Ya no había excusas. Iba a hacerlo.
Preparativos para nuestro vuelo en Atacama
Nervios. Nunca me he sentido tan despierto a las 7 de la mañana, aún a oscuras, cuando me pasaron a buscar por mi hotel tras haber contratado el vuelo con Denomades. Nos trasladamos a las afueras de Coyo, uno de los 15 ayllus (pequeñas comunidades atacameñas) que rodean San Pedro de Atacama. Allá nos recibió Ellie, nuestra piloto del vuelo, mientras el resto de la tripulación realizaba todos los preparativos. Ella nos explicó el funcionamiento del globo y todas las normas de seguridad, en especial cómo subir y bajar de la canasta, y la posición que debe uno tomar al aterrizar.
El sol asomaba en el horizonte y el gigantesco globo comenzaba a inflarse mientras disfrutaba junto al resto del grupo un exquisito desayuno con un buen café caliente, más que necesario para soportar el frío del desierto (al amanecer es cuando más bajan las temperaturas). La aventura estaba lista para empezar.
Flotando en globo por Atacama
Sorprende la suavidad con que se va ganando altura. Valles, volcanes, lagos y oasis forman la postal panorámica perfecta en 360°. Lugares como el Salar de Atacama y el Volcán Licancabur son fáciles de reconocer, pero a medida que vamos subiendo, es fácil perder la orientación y confundir, por ejemplo, el ayllú de Coyo con San Pedro de Atacama, los dos oasis más próximos a nosotros. Afortunadamente Ellie, con simpatía y conocimiento de sobra, nos ayuda a reconocer correctamente cada lugar.
Son las 8 de la mañana, flotamos en silencio y el movimiento del sol baña el paisaje desértico con una paleta de colores que va mutando constantemente. ¿El cambio más notorio? El Valle de la Luna. Ya había tenido la oportunidad de conocerlo pero créanme que nada se compara con verlo desde arriba. Sus rocas toman nueva formas y su contraste con el resto del altiplano lo hace resaltar aún más.
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Cabe destacar aquí que el vuelo se puede realizar en dos tamaños de globos distintos. En mi caso, preferí volar en el globo pequeño, aunque fuese un poco más caro. La principal razón fue porque en el grande van 16 pasajeros, mientras que en el pequeño van más cómodamente 8. Además solo en el globo pequeño va atada una cámara GoPro, desde la cual nos sacamos divertidas fotos durante el viaje, que recibí luego en mi correo.
Cómo aterrizar un globo y sensaciones.
Tras 40 minutos de vuelo, tuvimos un aterrizaje bastante más complejo que el despegue. Pese a tocar ya el suelo, el globo tiende a elevarse, por lo que más de 10 personas trabajan duro para fijar el canasto al suelo, algo que nos permite poder bajar con seguridad.
Como si la misma experiencia de volar en globo fuera poca cosa, en tierra nos esperaban con una buena copa de champagne, con la que brindamos por lo recién vivido. No estoy seguro si fue por la copita mañanera o por la satisfacción de haber cumplido un sueño, pero una sensación de euforia me invadió. Había valido la pena. ¡Ya lo creo si había valido la pena!
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