Recorrimos el Estrecho de Magallanes en kayak, una actividad para disfrutar en uno de los lugares más australes del mundo. El entorno y la tranquilidad de la zona nos dejaron con la boca abierta. La experiencia de remar en un paisaje virgen y lleno de vida fue absolutamente increíble. El sonido del mar, junto al de los animales que habitan en la zona, crean un ambiente digno de vivir y recordar.
Comenzamos el día trasladándonos hacia el lugar donde nos entregaron los equipos con los que íbamos a realizar la actividad. A medida que los instructores nos dictaban algunos consejos, nos íbamos poniendo unos trajes especiales llamados semi-secos, que abrigan y al mismo tiempo impermeabilizan el cuerpo en caso de caer en esas gélidas aguas. ¡La verdad es que todos esperábamos evitar ponerlos a prueba, ya que las aguas del Estrecho tienen temperaturas de entre 6 y 10 grados!
Éramos un grupo de 12 personas de diferentes edades y nacionalidades. Lo bueno es que esta actividad es apta para todo el mundo (incluidos aquellos que jamás en su vida agarraron un remo), y en seguida reinó la buena onda entre risas y bromas que ayudaron a que la experiencia quedará grabada en la memoria de cada uno.
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Con el equipo puesto, nos dirigimos al lugar de partida donde nos pasaron los kayaks. Se trata de un transporte acuático para una o dos personas, donde el que está en la parte delantera controla el ritmo de la remada, y el de atrás, la dirección. Una de las peculiaridades que disponen estos aparatos es el timón que tienen en la parte trasera, que se dirige mediante unos pedales.
Tras haber recibido todas las instrucciones necesarias (incluido los casos en los que se pueda volcar el kayak o vivir situaciones de riesgo), comenzamos la travesía que tendrá una duración de unas dos horas de remo.
El ambiente era magnífico. Se podía divisar Tierra del Fuego a lo lejos y la sensación de estar en el último lugar del planeta era enriquecedora, al mismo tiempo que ofrece mayor adrenalina. Los paisajes por la costa están repletos de flora y fauna. Los animales que se pueden divisar son bastante variados y autóctonos de la zona: delfines, toninas (delfines negros), gaviotas dominicanas y australes, cormoranes de las rocas (cuello negro)… Todos ellos producían sonidos que, junto a la tranquilidad de la zona y las explicaciones sobre la historia y la cultura de Punta Arenas que los guías nos iban contando, crearon una atmósfera maravillosa. Fue una sensación de relajación y tranquilidad que en pocos lugares habíamos sentido.
Finalmente, tras unos 6 kilómetros de ruta, regresamos al punto de partida, donde nos tomamos las últimas fotos en grupo y nos despedimos de los guías. Su trabajo y empeño fue sensacional. Ellos hicieron que la experiencia fuese aún más enriquecedora.
Para más información, precios y disponibilidad para realizar esta actividad desde Punta Arenas, click aquí.
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